(Córdoba, 30 de agosto de 2019) Llegamos al cierre de esta edición en medio de una nueva manifestación de la Crisis Económica Argentina. No se trata de "otra" crisis, es la misma que vivimos desde tiempo inmemorial; que cada tanto nos recuerda que está ahí, irresoluta.
La administración de la casa común es la que no encuentra su orden.
"Eco" es la casa común;
"nomos", la regla, la ley, la administración hecha para la misma; así es como más o menos se describe la economía desde tiempos más remotos aún.
No voy a enumerar aquí la larga lista de "anomalías" que vienen desgastando nuestro país. Sí me parece oportuno ver algunas anomalías que han amesetado, si no frustrado, el promisorio protagonismo internacional que la Apicultura Argentina alguna vez tuvo.
A fines de los 80 no había techo para poner colmenas en el país; en los 90 no alcanzaban las carpinterías ni los talleres metalmecánicos para fabricar maquinarias para sacar miel... pero fue en la manifestación de la crisis de principios de los 90 cuando la "oportunidad" de "estabilizar" las "finanzas" (no la economía) vino de la mano de cederle, a las multinacionales de la biotecnología y agrotóxicos, la soberanía de nuestro suelo; entregando no solo su riqueza sino también su pueblo, su cultura, arrumbándolos en un nuevo proceso migratorio hacia los cordones urbanos, muy similar al de 70 años atrás. Inoculado el veneno, los lujos de la convertibilidad se empezaron a pagar con la siguiente manifestación de la crisis a principios de este milenio.
En el arranque de este siglo más de un millar de pueblos desaparecieron de la planicie fértil de Argentina al ensordecedor ritmo en que las topadoras arrasaban la provincia fitogeográfica chaqueña en Córdoba, San Luis, Santiago del Estero, Chaco y hasta Salta, engolosinados con los imparables aumentos del precio de la soja en el mercado de Chicago.
Algunos, en estos tiempos transaron y consiguieron cargos relevantes o subsidios para dar cursitos y algo más, a cambio del silencio y de cederles la palabra a los que decían que el glifosato era inocuo, se degradaba al contacto con el suelo y que "los europeos tienen que aprender a comer transgénicos..."(
Dr. Esteban Hopp, investigador superior del INTA en el Congreso de Apimondia de Buenos Aires en 2011).
El precio que paga la Apicultura Argentina por este despropósito es alto: comprometer su "destino de grandeza", reducir su capacidad productiva, perder el liderazgo de las mejores mieles blancas del planeta, perder mano de obra calificada en el manejo de este precioso insecto social, tan importante para la obtención de mejor calidad de una amplia gama de semillas y frutos, precarizar las condiciones laborales de "técnicos" devenidos en asistentes sociales, psico-terapeutas de grupos que intentan encontrarle el pelo al huevo por la baja productividad y la destrucción de los ecosistemas. Así como la abeja es "centinela del ambiente", en la Argentina la apicultura es "centinela de la economía".
El dilema de votar un gobierno, una vez más condicionados por el espanto o la revancha, está muy lejos de construir "la regla", "la ley", "la administración" para una remediación educacional, cultural, productiva y ambiental de "la casa" que anhelamos tener.
Desde nuestra responsabilidad nos animamos a proponer debates trascendentes y modelos de lucha ejemplares.
Espero que usted encuentre reflejado sus esfuerzos, anhelos y convicciones en nuestras páginas
¡Disfrute de su Espacio Apícola!
Fernando Luis Esteban
Director