(Córdoba, 20 de octubre de 2020) Con esta edición nº 130 cumplimos 30 años haciendo Espacio Apícola. Como ya hemos narrado anteriormente, la iniciativa surgió en el ámbito de las distintas instituciones y grupos apícolas que existían en Córdoba a fines de los 80, nucleados en torno a la
Fundación Banco de la Provincia de Córdoba (
FBC) que, por entonces, tenía dos importantes programas de promoción de la apicultura y había creado el
Centro Tecnológico Apícola (
CETA) en una vieja escuela rural próxima a
Santa Rosa de Río Primero. Allí se organizaban capacitaciones para los apicultores, su presidente don
Guillermo Friedrich abordaba la producción de polen, desde
Gral. Belgrano (Buenos Aires) se lo trajo a
Osvaldo Atela para dar el primer curso de crianza de reinas, algunos veterinarios daban cursos de sanidad apícola. La escuela
"El Colmenar", avalada y auditada por el entonces
Consejo Nacional de Educación Técnica (
CONET) capacitaba con idoneidad y legitimidad. Algunos estudiantes y agrónomos participaban en nombre de la
Universidad Nacional de Córdoba, concretando al poco tiempo un espacio para la apicultura dentro de la Cátedra de Granja. Por la dirección de granja del ministerio de agricultura de la provincia pasaron distintos funcionarios que empezaban a ver el movimiento de la apicultura y don
Manuel Luis Oliver era el técnico que atendía las consultas de los particulares. El dinamismo y el espíritu emprendedor de la actividad era muy importante, Córdoba se perfilaba con un gran potencial apícola y en una reunión del
CETA, realizada en la
FBC a mediados de 1990, me propusieron crear un medio de comunicación para los apicultores de la provincia. Fue un momento fundacional único.
Hemos hecho un camino. Hoy nos alegramos de poder presentar distintos trabajos científicos en el marco de experiencias conocidas. La de polinización de un cultivo tan tradicional como el girasol, que aprendimos de
Werbowecki y
Mange, le da una peculiar significancia al trabajo de
Farina,
Arenas y
Díaz en esta edición. La experiencia de polinización en arándanos, que presenta
Juanse Barros en estas páginas; o la polinización en invernaderos, que mostró
Luis Gómez en
Espacio Apícola 125, son muy valiosas a la hora de comprender los desafíos de la apicultura y la polinización en escenarios absolutamente modificados por el hombre.
Más allá de defender lo ambientalmente sustentable y lo económicamente sostenible, como lo hemos hecho durante estos treinta años, adaptarse es una condición indispensable. Es en la adaptación a los nuevos escenarios donde los trabajos de nutrición que hemos venido publicando encuentran su mayor valoración. Porque así como necesitamos conservar o remediar refugios ambientales, también se impone suplementar convenientemente a nuestras colmenas para la demanda de los servicios ambientales que se le pide a las abejas, completando todos los recursos adecuados a su bienestar. Allí hoy se suman las oportunidades ofrecidas por prebióticos y probióticos que iniciamos en nuestra edición anterior y profundizamos en ésta.
Las interacciones entre la práctica y la ciencia son innumerables. De ellas pueden surgir varias respuestas válidas. Participar en ellas es un privilegio que nos ha dado muchas oportunidades de fundamentar propuestas en estos 30 años, y lo seguiremos haciendo. Gracias a todos, lectores y auspiciantes, por permitírnoslo hacer
¡Disfrute de su Espacio Apícola!
Fernando Luis Esteban
Director