
En este mes de junio cerramos un año apícola que ha estado marcado por la incertidumbre en el precio que los mercados internacionales pagan hoy por la miel de Argentina. A pesar de que hay señales de que dentro de ese mercado internacional podría haber una mejora para los precios de la miel de Argentina, debido a la reciente reducción de los aranceles en las sanciones antidumping impuestas en los Estados Unidos, una probable reducción de los aranceles impuestos por la Unión Europea, si es que se firma finalmente el tratado del MercoSur, y una muy lenta pero creciente tendencia a reducir los riesgos y la presencia de productos adulterados en el mercado de la miel, donde la Argentina no está considerada entre los proveedores más sospechosos de adulteración masiva, otras variables mantienen la incertidumbre. La necesaria mejora del precio internacional de la miel argentina debe ser acompañada de una nivelación de los costos operativos en la economía del país, que torne más rentable y competitiva la producción de miel. Otro tanto le cabe a la producción frutihortícola y de semillas que para ser más competitivos deben poder acceder a un servicio de polinización eficaz que optimice sus rendimientos y que para ello debe ofrecer mejores compensaciones económicas para recibir colmenas en óptimo estado, pagar el servicio y cubrir el deterioro provocado durante el mismo.
Motivadas por los distintos ajustes que particularmente han caído sobre las empresas vinculadas a las producciones primarias, en los últimos veinte años las empresas apícolas en la Argentina han venido realizando adecuaciones significativas, tecnificandose para aumentar la productividad con menos personal y ajustando permanentemente el tamaño de sus explotaciones a un punto de equilibrio cada vez más estrecho.
En este escenario la responsabilidad indelegable del apicultor pasa por optimizar el desempeño de sus colmenas para lograr la mejor cosecha de miel o brindar el mejor servicio de polinización sin inmolar su capital de trabajo ante los factores de deterioro y estrés que los traslados, las carencias nutricionales y los riesgos de agroquímicos provocan en ese capital de trabajo que son las colmenas.
Es para fortalecer esa cualidad indelegable que venimos divulgando los hallazgos más consistentes y esperanzadores de los apicultores y centros de investigación más calificados y confiables a los que la tecnología actual nos permite acceder.
En lo que a nutrición se refiere, la aparición mediática de productos nutricionales conteniendo probióticos, algas, lípidos y esteroides como el reciente caso del isofucosterol, que en esta edición vemos en detalle junto a otros temas de no menor interés e importancia, muestran un cambio profundo de enfoque en lo que a nutrición y sanidad de las colonias de abeja se refiere. En los años 90 nuestra apicultura fue protagonista en la incorporación masiva de complementos nutricionales del polen y de arrancadores biológicos como los complejos polivitamínicos. Hoy, actualizar nuestro enfoque nos permitirá, entre otras cosas, mejorar la tasa de conversión de esos complementos nutricionales, es decir, mejorar la cantidad de abejas producidas por cada gramo de torta proteica añadida, optimizar la inversión para mejorar el desempeño y la expectativa de vida de las abejas pecoreadoras en su colecta de néctar o de las abejas invernales, vitales para el arranque de la temporada siguiente. Esa actualización específicamente apícola nos hace más competentes, eficientes y competitivos.
¡Disfrute de su Espacio Apícola!
Fernando Luis Esteban
Director